—¡Ay cabrón! ¡Me duele!
A veces siento mucho dolor. Es una especie de ardor combinado con mucho dolor.
Ayer recibí una visita, un amigo. Platicamos por un buen tiempo. Viejos recuerdos y ultimas experiencias eran el tema principal; hasta que finalmente salió lo del accidente. No me gusta hablar de eso. Me hizo una confesión. Dijo que mientras estuve en coma, durante siete meses, un Tanatólogo se acercó a mi mamá. Dice que ella lo corrió de la habitación gritándole hasta de lo que se iba a morir. –Ja, ja, ja. Pobre güey–.
Cuenta que la amputación de mis piernas era imprescindible; no podían hacer nada para salvarlas. Aún después de la cirugía, tenían esperanzas de que reaccionaría rápidamente; que despertaría, pero no fue así.
Después de algunos meses, los doctores ya eran poco optimistas. Mis probabilidades de despertar en ese momento eran mínimas. Y no era para menos, tenia contusiones por todo el cuerpo, una gran fractura que dividía mi cráneo en dos y por sí fuera poco, las piernas destrozadas. Afirmaban que quede inconsciente inmediatamente después del incidente. Estaba vivo de milagro.
Mi madre se aferró a mi. La familia le insistía que tenía que ser fuerte, que me tenía que dejar ir, que era lo mejor para mi.
Ella no me dejo ni un momento. No dejaría a su único hijo.
Gracias ma... otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario