Contenido

Este blog forma parte del proyecto narrativo Cuéntalo Todo, bajo la dirección del maestro Sandro Cohen dentro de la materia de Redacción Universitaria del Departamento de Humanidades, División de Ciencias Sociales y Hmanidades, de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.

domingo, 28 de octubre de 2012

Santa Adriana


Hoy me despertó el teléfono y no la alarma. Era mi madre
— ¡Hola hijo! ¿Cómo amaneciste?.
—Pues me acabo de despertar
—¡Ay hijo! ¿a poco te desperté? Perdóname
Como me molesta que hagan eso. Ya les dije, ¡No me marquen antes de las ocho!
—Sí, esta bien. No te preocupes
—Oye hijo, hoy te tienes que ir al doctor ¿no?
—Si ma, ¿por qué?
—¡Ah! es que te iba a preguntar si querías que te acompañara. Para que te ayude
—Sí, si quieres
—Bueno hijo, entonces ya voy para allá
—Vale má, te espero.
¡Ya estoy hasta la madre de ir al doctor! Siempre es lo mismo. Es un desmadre tener que ir en el Metro u después en el camión. Hasta deje sin carro a mi mamá (con lo de mi accidente, lo tuvo que vender), y ahora hasta ella tiene que andar arriesgandose a andar en Metro y sola, en la calle; por lo menos en el carro iba un poco más segura.

Bueno, espero que esta vez nada le pase. Hace un par de meses, venia para acá, recién tuve el accidente y estaba en reposo en cama, mi mamá llegó llorando. Algún hijo de puta la asaltó. Llorando inconsolablemente, me contó lo que había pasado. Y yo ahí, tirado en la cama, sin poder si quiera abrazarla para que se calmara un poco. Me hizo llorar a mi también.

Ya me tengo que bañar, y eso significa: la tina. Este es el único momento que tengo de relajación y reflexión. Cuando estoy fuera de ella me estreso. Vivir así y sentir que el mundo esta contra mi, me estresa.

Suena el timbre, espero que sea mi madre. Ya tengo hambre. A ver si la propuesta de la vez pasada, de hacer o ir a desayunar, sigue en pie. Esta vez prometo no ser grosero con ella.
—¡Hola hijo! ¿Cómo estas?
—¡Bien ma! ¿Y tú?
—También hijo, gracias
—Andale hijo, apúrate, ya vamos tarde
—No, aún vamos con tiempo
—¿Ah, si? pensé que era a las once tu cita
—No, es hasta la una y media
—Ah bueno. Pues entonces vamos a desayunar porque de seguro no has comido nada...

La amo.

domingo, 21 de octubre de 2012

Jueves

Abro los ojos. Un día más esta aquí para hacerme la vida imposible.


El reloj marca las ocho con treinta. Otra vez levantarme de la cama, se vuelve una tarea difícil. Estoy boca arriba y me tengo que impulsar para alcanzar un agarradera, que me han adaptado, para poder mantenerme erguido. Si ya esto es tarea difícil, después debo acercarme la silla de ruedas, subir a ella, para poder acercarme al guardarropa y hacer lo debido.

Hoy hablé con mi mamá. Habló mientras trataba de hacerme algo de comer, y digo trataba porque al final terminé comiendo un poco de cereal. 

Después del accidente mi mamá se encargo de adaptar mi departamento, para que pudiera tener a la mano todo. "Para que no te se te compliquen las cosas", decía.

Pobre de mi mamá. A sus 59 años sigue atendiendo y preocupándose por mi. Divorciada, sola y con un hijo como yo, inconsciente de las consecuencias que pueden causar sus actos. Nunca imaginé el daño que que podía causar a las personas que me rodean. Yo debería estar cuidando a mi madre. Me duele verla así, preocupada, veo en su rostro que ya no sabe que más hacer para ayudarme.

Llegó a medio día. Me saludo tan efusivamente como siempre, como si siguiera siendo su bebé. Me reconforta tanto verla.

Preguntó si ya había desayunado. —Si— respondí.
Entró en la cocina y creo que se dio cuenta que solo había comido cereal. 
—¡Hijo! Tienes que comer bien, a ver, dime ¿Qué te preparo? o ¿Quieres que compre algo para que desayunemos? Yo tampoco he desayunado— 
—No , gracias, no tengo hambre—
—Andale hijo ¡Por favor! Acuérdate que el doctor dijo que tienes que comer bien. No quiero que se te vuelvan a  infectar esas heridas, y ya te dijo que entre mas tarden en cicatrizar, seguirán los dolores—
—¡Si mamá, ya sé! ¡Pero ya te dije que no! ¡Gracias! –en serio, pero no tengo hambre.

Si, ya se; soy un arrogante. Pero me doy cuenta cuando ya se ha ido. No tuve tiempo de decirle cuanto la amo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Hoy

Cada vez es más difícil, parece que a nadie le importa, a lo mejor en verdad a nadie le importa.


Justo ayer que necesitaba ir a una cita en el  hospital. Tengo que usar el transporte público, y en estas condiciones es tarea casi imposible. El Metro, que conocí hasta que tuve la necesidad de usarlo, estaba hasta el tope y tomar taxi no es opción para mi, el dinero me es cada vez más escaso. Con mucho esfuerzo y un poco de ayuda , pues solo algunos se toman la molestia, pude subir. Durante el viaje, que ya de por sí es ajetreado e incomodo, la gente me mira; algunos me miran con asombro, otros parecen compadecerse y la mayoría ni siquiera te ven, o hacen como que no te ven. Cuando pasa eso me hacen sentir tan mal, tan pequeño, tan insignificante, casi indefenso; que pienso que quisiera haber tenido otro final.

Ni modo, tengo que aprender a vivir así, esto es algo que tendre que soportar día tras día, tendré que vivir con la imagen de su cara dormida. Ahora mi vida solo se describe en una palabra: difícil.

Ya no se ni cuantas veces, inútilmente, me he cuestionado sobre ese día; esa noche. Si tan solo pueda cambiarlo.

Las tareas más fáciles, se han vuelta las más difíciles. Levantarse de la cama se ha vuelto tan difícil, que preferiría jamás tener que levantarme de ella. Pero cuando vuelvo a  cerrar los ojos, veo su cara otra vez. Eso me aterra.

A veces me gusta imaginar que no paso nada, que estoy bien, que no he echado mi vida a perder, llevar una vida tan normal como toda esa gente que va y viene de aquí para allá, de arriba a abajo, de izquierda a derecha; como todas esas personas que llevan una sonrisa aparentando lo felices que son, aunque por su mente crucen un sin fin de problemas.

Todos me dicen que deje de lamentarme, que todo estará bien. Se que quieren hacerme sentir mejor, pero las palabras de aliento no me sirven. Esto muy difícil.

Ellos no se imaginan lo complicada que se puede volver tu vida cuando no tienes piernas.